Siempre había amado leer. Sí, era raro en alguien como ella, pero siempre había amado las palabras: su grafía, su sonido...Siempre había amado el significado que podían tener juntas.
Las palabras.
La lectura.
Los jardines de palabras.
Para ella eso formaban las palabras. Jardines. Las palabras se entrelazaban formando dibujos en su mente.
Los jardines de palabras.
Adoraba perderse en aquellos jardines fantásticos; creados por gente que aunque no conociera, sabía como eran por los jardines que formaban. Todas las noches se quedaba despierta perdiéndose en aquellos jardines aprovechando la luz de la luna que entraban por las pequeñas ventanas.
Aquel jardín de palabras era el único que tenía, se lo dio su madre antes de abandonarla y era el único objeto de valor que tenía.
Pero claro, ¿como iba a pensar alguien que una huérfana, abandonada unos días antes de que empezase la guerra, sabía leer, y aún más, que tenía en sus manos un jardín de palabras?
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