La bibliotecaria

El Laberinto. Un lugar místico y mágico que no es de este mundo. Según algunos de los que han estado era otra dimensión, según otros era una ilusión.

El Laberinto era un lugar enorme, gigante, enorme, tan grande como el universo mismo. Lleno de encrucijadas,  callejones, esquina y recovecos. No era difícil perderse, era difícil encontrarse. Era difícil encontrar la salida, todavía había almas de gente que se habían perdido y que no habían encontrado la salida. Las estanterías y los armarios eran infinitos, rebosantes de pergaminos, libros e imágenes, todo aquello que había surgido de la cabeza del hombre desde el inicio mismo del universo.

El Laberinto no se mantenía en pie solo, estaba ligado a una muchacha que no parecía crecer. Tenia cuerpo de niña y no parecía crecer. Su edad era un misterio para todos los visitantes, se decía que había sido creada al mismo tiempo que el Laberinto para cuidar de él. De cabello negro, pálida piel, ojos oscuros y fríos, rostro ovalado, labios finos de cereza y piernas y brazos delgados era tan hermosa que encandilaba a cualquiera que pasaba por allí, ya fuesen hombres o mujeres, sin embargo ella no parecía tener sentimientos y en su mente residía todo el conocimiento.

 Aquella mujer con apariencia de niña vivía en el centro del Laberinto, el corazón del Laberinto. Nadie había llegado allí y nunca llegaría. Era su hogar, su rincón secreto y la muchacha pasaba allí la mayor parte del tiempo.

Ah, perdonad, no os he dicho su apodo. Era llamada La bibliotecaria.