Liberador de estrellas.

El niño miro los frascos que contenían diminutos puntos luminosos. Le fascinaban aquellas estrellas. Le fascinaba la forma en la que su hermano las recogía. Le fascinaba la forma en la que se movían en los tarros. Saltaban, giraban, se retorcían y finalmente caían al fondo del tarro. 

No podía aguantar la tentación. Cogió uno de los tarros y lo abrió. La estrella que contenía salio disparada hacia el techo. Saltaba, giraba, se retorcía y caía. Justo como en el tarro. El niño la miraba encandilado. La estrella, inquieta, siguió efectuando su danza en aquella sala llena de tarros de estrella. 

El niño, inundado por la euforia y la alegría, abrió otro tarro y otro y otro y otro y otro, hasta que todos los tarros quedaron abiertos y todas las estrellas, liberadas. El niño contemplo la escena desbordante de alegría. Si la danza de una sola estrella era hermosa, cuando bailaban juntas, era espectacular.

De repente el niño se dio cuenta de que las estrellas en esa pequeña habitación no tenían espacio suficiente, así que abrió la ventana de aquella habitación y las estrellas salieron al exterior. Le daba igual que su hermano le regañara más tarde. Observo el espectáculo que formaban y como cubrían el manto oscuro del cielo. Las estrellas hicieron el cielo mas hermoso que nunca y el niño se congratulo de haber sido él el liberador de las estrellas.