Veía
los rayos entre la copa de los arboles, escuchaba los truenos. Todo
retumbaba a su alrededor. El viento enredaba su cabello y la lluvia
le humedecia el rostro. Se sentia viva, expectante. Si tan solo
pudiera manejar ese poder, el poder de las tormentas, sería feliz.
Dejo
el relativo refugio que le ofrecian los arboles, y se acercó a la
explanada en aquel bosque. Poco a poco se acercó al centro de la
explanada. Respiro hondamente. Quería controlar ese poder, realmente
quería, era el poder de su familia y era la única que no podía
controlarlo. Pero no iba a rendirse, no, ella nunca lo hacía.
Elevo
una de sus manos al cielo tormentoso, trato de concentrarse lo maximo
posible, ser una con la tormenta, trato de hacer lo más sencillo,
atraer un rayo, solo uno pequeño le valía, eso significaría que
estaba progresando, que no la apartarían.
No
sentía nada, no lo lograba.
Se
concentro con más ahinco. Nada.
Siguió
intentandolo durante minutos, quizás horas. No lo conseguía. Se
sentía frustrada. Oyo el crujir de una rama. Su concentración se
rompió y abrió los ojos. Vió a su hermana mayor. La rabia aumento,
para ella siempre había sido muy sencillo.
-¡¿Estás
loca?!- le grito- ¡Sí sigues así, vas a morir!
-¡Ya
lo sé, pero no me voy a rendir!- Seguía intentandolo, acumulando
rabia en su interior, solo para reconducirla como energia y controlar
la tormenta.
El
viento se con más violencia, los truenos resonaban y la única luz
que poseían era la de los rayos. Ambas hermanas estaban empapadas,
pero no les importaba, estaban acostumbradas.
-¡Dejalo
ya, simplementes no posees el Don!-Dijo la mayor.
-¡Lo
poseo, solo que aún no se ha manifestado.-La lluvia rugía con más
fuerza, la tormenta aumentaba, la exterior y la interior.-¡Deja de
usar tu don!- la menor no podía creer que su hermana estaría usando
su don contra ella.
-¡Yo
no estoy usando nada!- le gritó la mayor. La mayor frunció el ceño
y se dio cuenta de que el aumento de la tormenta era obra de su
hermana. -¡Para, quien lo esta usando eres tú!
La
menor abrió los ojos como platos y en ese momento fue consciente de
lo que pasaba. Su Don se estaba manifestando, de forma muy violenta.
-¡Para,
respira y relajate!- Gritó otra vez a su hermana. La tormenta era
demasiado fuerte.
La
menor intento tranquilizarse, pero no lograba apaciguar la tormenta.
-¡No
puedo!
-¡Puedes,
si eres capaz de aumentar su fuerza, eres capaz de apaciguarla!
¡Concentrate!- Hizo lo que su hermana le decía. Se concentro en el
ambiente, en la lluvia, en el rugido de los truenos, en la luz de los
rayos y utilizo toda su fuerza de voluntad para apaciguar la
tormenta. Noto como el ruido disminuia.
Su
hermana sonrió.
-Lo
has logrado, lo has logrado.
Ella
solo asintió, agotada.
-Sí,
lo he conseguido.
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